La sensatez del tercer gintonic.

Fracasos continuos. Rezos impenitentes, inertes, existentes sólo en el aliento de un cerdo en el matadero. Reivindicaciones de muerte. Pasado de zona territorial, guerra continua. Canciones infantiles. Rivalidad con uno mismo. La sensatez del tercer gintonic. Cascarrabias del no a todo. Largo interés por las anomalías. Pugna por mantenerse vivo. Caballero de largos silencios. Mandatos fundamentales para entender el dolor. Hechos cantados. Nunca es demasiado. Misses en busca de un diccionario y de un Dios que las guíe. Alianzas estériles para superar la dureza de la mentira. Bloques de mármol que encierran fúnebres restos, esqueletos de un facha que leía a Mann a la sombra de un vermouth. Crisis y dolencias espirituales. La necesidad del aburrimiento. Venganza en cuerdas y vigas. Cruces angélicas que declaman una resurrección imposible. Voces lejanas de desánimo. Arrojo cristalino de un agua que quema las entrañas. Odio visceral a un médico que no opera úlceras neuronales. Avisos de agua. Sangre contaminada, de cantos seminales en busca de sirenas turbulentas. El problema es que no sabemos ilustrar este gintonicdream. ¿Ocurrió así? ¿Dónde nos llevó? ¿Dónde nos llevaráa? Juego de errores en el que aprender es morir. Habitaciones oscuras, de Sarajevos emocionales. Lamentos encontrados en una estación sonora, en un REM que dejó ciego al personal, cerrando retinas oscurecidas en pleno vendaval interior. Así entendí la oscuridad de las lunas, y la decisión planetaria de girar, y la decantación de los posos del vino. Piel, escamas y billetes falsos. Y los ojos que giran, cual Alex naranjita. Heridas, manos vendadas, palabras repetidas. Solidaridad manual.