The Crimson Petal and the White

Buscad una tarde. Buscad media noche. Buscad 240 minutos. Se trata de una obra maestra. Una obra maestra. Sobran calificativos para The Crimson Petal and the White. Que si. Lo tiene todo. Y, encima, y a veces debajo, a Romola Garai, y tienes un ángel para ti.

Como si habláramos de una canción de Los Planetas, o de cualquiera, nos vamos al axioma eterno: "De la tortura a la felicidad". Nada es fácil en la vida. Nada. Y si vives en el Londres de 1874. Para Londres ya tenemos el London Gin, pero eso es otro cantar. Todo gira en torno a Sugar, el papel de Romola Garai. Prostituta con pretendientes pero con gustos literarios. ¿Incompatibles? Va a ser que no. Sugar lo ilumina todo. Y tiene pretensiones. No piensa vivir de por vida en el burdel de la chica de Expediente X. Pasa por varios estadios la buena de Sugar. De plebeya a Diosa. Pero los altares, con corsé o sin él son peligrosos. Siempre. Las ataduras no son buenas.

No he leído el libro Petálo carmesí, flor blanca, pero es que 1038 páginas son muchas páginas, pero la adaptación de estos cuatro capitulitos sea fiel, hay que leerlo por cojones. Sin duda. The Crimson Petal and the White es la lucidez de la lujuria, es la emoción de la literatura, es la pasión terrenal y oscura, es la inmundicia de la más asquerosa calle londinense, es la pintura y el jabón, es lavanda que entra como la seda, es la enfermedad más cruel, es la mierda humana, es la canallesca del alcohol y las drogas, es la lucidez de la niñez, es una América por descubrir, es la crueldad familiar, es la atadura más sangrante y un montón de emociones más. Sobre todo, emoción. Te tiene el alma en tensión, desde la muerte hasta sangre que llena pies y rodillas. Visión obligatoria, emoción obligatoria. Es verdad que el infierno es una cosa muy personal, pero las vivencias de Sugar son varios infiernos multiplicados y no siempre buscados. No todo es lavanda en la vida, hay veces que sin merecerlo nos encontramos con la nariz sangrante en primera persona del personal. Y todo lo demás.