Hace 31 minutos
sábado, 21 de diciembre de 2013
La gran ilusión
Hay aspectos que no son agradables en la lectura de La gran ilusión. El final de la amistad, la decepción asumida y los años que no pasan de vacío. Y no todo es cine en la vida. No todo es quedar con los amigos en el café o ante la pantalla. Y cuando todo se acaba piensas en lo que fue o en lo que parecía. En las mentiras de la amistad. Los amigos no existen siempre digo yo en primera persona del singular. Tenemos personal, tenemos gente con la que pasamos ratos. Miguel Sánchez-Ostiz la barniza entre mentiras, realidades y medias verdades. ¿Nos podemos creer lo que un desconocido nos puede contar de una tercera persona? ¿Son esas terceras personas tan lejanas? ¿No tendremos todos relaciones de sangre? Hay días en que no hay ganas de saber la verdad pero la responsabilidad epistemólogica está por encima de todo. Y, como en Las pirañas, también hay aquí un amigo, "nuestro hombre", que se pierde por el camino de al lado, o por el de más allá. La gran ilusión, premiada hace casi veinte años, también es investigación, indagación. No se trata de resucitar a Herodoto. No. Hay veces que en el entrecejo se nos mete algo y lo tenemos hasta que nos meten en una caja de pino y con los pies por delante. ¿En qué basamos nuestra supuesta amistad con personas tan diferentes a nosotros? Quizás ahí esté la respuesta a todos esos peros que no pone la vida por delante. Como la primera vez, cada vez que quieres poseer algo. O quieres poseer a alguien. Y no es solo cuestión de madurez. En este caso, la raíz de esa supuesta amistad, de ese lazo invisible con otra personas tiene una explicación cinématográfica. Tres individuos, Gabriel Echenoz, Luis Armando Orbiac y David Lawstein, pudriéndose poco a poco en una ciudad pequeña, pudriéndose en esa caja de pino todavía con los pies envueltos en zapatos de distinto precio y calidad. Y siempre hay uno que da el primer paso y abandona la pequeña caja de cerillas que es esa ciudad que puede llegar a aburrir y a enloquecer, a querer y odiar al mismo tiempo. A esa espantada, sin avisar, le sigue otra. Le sigue la desaparición, le sigue el desencanto y el parcial reencuentro. Cada uno con su derrotero: uno a través de la perversión y la mera subsistencia; otro, a través del éxito y la opulencia; el último, cumpliendo un sueño a medias, comprando un cine, y viendo tramos peliculeros como el de La gran ilusión. ¿Pero tan frágiles son las amistades? ¿Dónde está el límite entre la voluntad y el deseo? ¿Cuál fue el motivo de la decepción y el odio? ¿Rencor? ¿Locura? Y qué más da con un novelón así.
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2 comentarios:
Empezaba bien, pero la ilusión tiene eso. .. que el des viene pisandole los pies
Novelón. Este si que es recomendable
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