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martes, 25 de noviembre de 2014
Borgen. Segunda temporada
La distancia a la que tener amigos y la distancia a la que tener enemigos. En política, todo se multiplica. Las distancias, mucho más. Y si hay que hacer sangre, zancadillas, huídas camino Soria, se hacen. Todas. Y Borgen sigue haciendo millones de putadas políticas en esta segunda temporada. Los más fieles seguidores se convierten ahora en los mayores detractores. Viceversa. Jodiendas con vistas al fiordo. Los aprendices juegan con fuego; la prensa, con el infierno. ¿Vale todo en político? ¿Tan fácil es ceder al chantaje? ¿Se aprovechan y nos usan y nos mandan a tomar viento fresco? Las coaliciones son un mal necesario, como los profesores. O como los entrenadores de baloncesto. Y los obreros hechos ministros, también. Otro mal necesario. El problema es la concepción del laborismo en el siglo XXI. ¿Estado del Bienestar? ¿Cómo pagamos el chiringuito propio? La frase maquiavélica es cierta: “Si vas a hacerle daño a un hombre, debe hacerse con tal intensidad que no haya que temer su venganza”. Y, venganza y política, van (casi siempre) de la mano. O de la bragueta, depende de la hora y del viento medio nórdico(¿o era medio merkeliano?) que haga. ¿Amor encubierto al poder? ¿Idealismo? No lo sé, habrá que darle hilo a la cometa y ver lo que nos espera en mayo del quince, en noviembre del 15. ¿Es la política el logro de la mejor concesión posible? ¿Por qué hacemos nuestras las mentiras ajenas? ¿Por qué compramos esas mentiras? Y, sobre todo, la arrogancia en la interpretación de la democracia. Demasiada arrogancia. Y no valorar el escepticismo en su justa medida. Y como tribu que vamos a la deriva, merecemos el desgobierno. Ser o no ser, eso es la segunda temporada de Borgen.
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