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jueves, 2 de julio de 2015
El Escarmiento
El 25 de marzo de este maldito 2015 recogí de manos de Alfonso Martínez en Expo-Libro la segunda edición de El Escarmiento de Miguel Sánchez-Ostiz. Ya me he referido a él por este Gintonicdream gracias a obras como Las pirañas o la gran En Bayona, bajo los porches. En El Escarmiento, el autor de La Caja China nos lleva a la Pamplona del año 1936, pero también nos lleva a muchos otros lugares y fechas. Y en El Escarmiento vemos como mata y asesina durante la Guerra Civil Española. Este curso 2014-2015 he tenido el privilegio de trabajar, y, encima, poder explicar a mis dos grupos de segundo de Bachillerato algunos asuntos de la GCE. Siempre nos quedamos con las fechas y los lugares: nos quedamos con los enfrentamientos de la casa de Campo y de la Ciudad Universitaria en torno a Madrid; nos quedamos con la batalla del Jarama en Febrero del 37; nos quedamos con el marzo del 37 en Guadalajara y el Brunete de julio de ese mismo año. Mis alumnos dicen que hablo desde la distancia y que no simpatizo con nadie. Me reiteran y dicen que no creo en nada, que soy un pesimista y que esos individuos que desprecio en mis comentarios fueron los que nos llevaron a los combates de Belchite, a la generadora de muerte que fue la batalla de Teruel, a la conquista de Lérida por las tropas de los alzados en abril del 38 y a otra generadora de horror como fue entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938 la batalla del Ebro. Y, desde perspectiva militar, los profesores, mientras estamos contratados (no como hoy), hablamos mucho de la campaña de Cataluña y del Frente del Centro hasta el último parte de guerra del 1 de abril del 39. Pero muchas veces nos olvidamos, aquí desde el sureste español, de la guerra en el Norte: nos olvidamos del modo en que el general Mola conquista la frontera con Francia en 1936, citamos (aunque no lo suficiente el bombardeo de Guernica del 26 de abril de 1937), olvidamos la muerte de Mola y su sustitución por el general Dávila, nos olvidamos de la toma de Bilbao, y de la de Santander en el verano del 37 y de la de Gijón en otoño de ese mismo maldito 37. En El Escarmiento, Sánchez-Ostiz nos cuenta el día a día de una ciudad a la que atemorizó el general Mola. Cuando leemos los manuales de Historia de España del siglo XX no se pone especial énfasis en Mola, ni en Sanjurjo, ni en Yagüe, ni en otros asesinos que llevaron al país al desastre (tampoco de muchos políticos mezquinos que desde sus poltronas nos metieron en jardines innecesarios en la II República). Y me gusta, aunque duela leerlo (y mucho), como nos cuenta ese día a día Sánchez-Ostiz en Pamplona durante esos primeros meses de la GCE. Y el modo en que falangistas y carlistas, cada uno a su manera, hicieron y deshicieron, utilizaron y fueron utilizados, durante esos meses. Y desde el principio, el autor nos muestra como se borraron las huellas de esta infamia y de este maldito escarmiento con saña. Con mucha saña. ¿Podemos olvidar? ¿Podemos dejar desamparados a los familiares de los fallecidos y humillados durante la Guerra y la postguerra y el franquismo y la maldita transición? En un párrafo, el autor pregunta: "¿Qué pensarías si a tu madre le hubiesen hecho esto?". Yo no descansaría, por supuesto, hasta encontrarla, hubiese sido un falangista o un izquierdista. Y cómo se metió a Dios y a la Iglesia, y buena parte de la Iglesia se dejó meter en este puto jardín. Y cómo fueron perseguidos y asesinados los curas simplemente por sus ideas nacionalistas. Mi abuelo Juan estuvo en la guerra y volvió; el primer marido de mi abuela Fuensanta fue y no volvió; el marido de mi tía abuela Carmen fue, volvió y fue asesinado en la cárcel del hoy chiringuito de PAS. Todos, de cierta manera, tuvimos familia en el frente. Y todos sufrieron la postguerra y el hambre. Y la puta infamia. Y no podemos olvidar. No podemos olvidar las violaciones y asesinatos, y los hurtos y saqueos. Eso no se puede olvidar. Y las cunetas. Habla Sánchez-Ostiz de la dificultad, de las pegas e impedimentos de la búsqueda de restos. Habla de los homenajes que se le sigue haciendo a Mola en una cripta una vez al mes. Y habla de los colaboradores de Mola, de los de 1936 y 1937 como Raimundo García García, y del modo en que los políticos se han pasado por el forro de sus caprichos la Ley de Memoria Histórica. Y de la prepotencia del uniforme. Y el día a día. Una cosa es que no hubiera frente en la retaguardia y otra cosa es que no hubiera asesinatos. No. Y muchas veces pasamos eso por alto cuándo explicamos a alumnos de 17 años, y ponemos fotografías fuera de contexto. Es difícil entender pero no podemos olvidar. O como dice el autor, el hecho de no llevar boina roja o camisa azul te hacía sospechoso (de lo que fuera). Y las envidias y todo lo demás. Y es didáctico, aunque duele recordar, hechos que no aparecen en los libros de texto, ni en los manuales como la matanza de Valcadera o los sucesos de Badajoz, que no aparecen en esos libros. Y aunque duela mucho, no podemos olvidar, ni debemos mirar para otro lado. Nos quedamos con Franco en la retina, pero no fue solo Franco. Hubo muchos como Yagüe. Demasiados. Me dejo muchos destalles de una larga lista, pero hay que leer El Escarmiento. Porque como dice Sánchez-Ostiz, la historia no ha acabado. Sigue existiendo censura, siguen calles con nombres de asesinos, siguen mirando a otro lado, siguen saliendo los descendientes de Caín, los canallas sanguinarios del 20-N y de todos los días. Y recordando a los Manic Street Preachers, no podemos tolerarlo porque si lo hacemos los siguientes serán nuestros jóvenes. Y punto.
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2 comentarios:
Muy agradecido, con emoción te lo digo, en estos días en que termino El Botín, el relato del saqueo y el expolio, ya fueran gallinas o barcos. Un saludo cordial.
Muchas gracias. Otro saludo cordial.
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