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jueves, 23 de julio de 2015
María Magdalena
Ayer se celebraba, de nuevo, en el julio esquimal, el día de María Magdalena, otra (in)justamente olvidada, otra que es llevada a julio, donde los sermones son cortos por ser tiempo de melones. Aunque con la revolución de los transportes siempre es tiempo de melones. Y sin revolución, también. Es de justicia que sea trasladada su festividad. ¿Virtudes? Todas. La derrota no es bien vista por parte de ciertos sacamantecas, por parte de ciertos iluminados con ganas de cargar(se) a Brown. Ahora todos adoran el naranja, las cárceles, los agujeros negros y las cervezas artesanas. Las putas cervezas artesanas. A nuestro pesar, la nueva casta inunda la mediocridad y vive gracias a nuestro IRPF. Los muy cabrones. Y, mientras, María Magdalena, olvidada. Pero ahora, con la vuelta de religión a la nota de expediente, todos seremos expertos en transfiguraciones místicas, en el Mar Muerto, en Pentescostés y en el yugo de Falange si hace falta. Lo que haga falta para llenar el cofre nuevo surgido de las elecciones libres y la manutención del concejo. Y todo lo demás.
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