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miércoles, 1 de septiembre de 2021
La directora. Primera temporada.
Institución anclada en el pasado que tuvo mejores días (casi como la mayoría de las universidades, casi como la mayoría de las facultades de Letas [¿qué son las letras?]); nueva directora de departamento; recortes y reubicaciones y dolores y quebrantos y mociones de censura; profesor de prestigio (¿o era de antiguo prestigio?) que le da a la bebida y al descontrol emocional. Desconcierta el primera capítulo de La directora entre el absurdo y el fascismo, entre Camus y Adorno, entre tuits y chinas que están casi solas tras adoptar una mejicanita, entre ricachones y nieves, entre cochecitos de golf que vuelcan al más puro estilo final de Un buen día. Bajo una estela de comedia, La directora saca sonrojos y dolores existenciales, mierdas varias y pretextos para odiar, envidias de las de toda la vida de gente que se pone un pañal de noche y odia de día a la gente que está a su alrededor. ¿Cómo convivir con el dolor? ¿Cómo convivir con un vacío que es incapaz de ser llenado? ¿Cómo convivir? Buena banda sonora y buena reflexión sobre los falsos mitos y los bulos de toda la vida (ahora etiquetados como simples fake news), sobre los fascismos de verdad y los inventados, sobre la gente rica de distintos colores pero que piensa que es distinta a los de otros colores. Viejos vicios que, ahora con el pajarito de la red social, se dispara hasta la perversión. Nada de chascarrillos, nada de bromas en mitad de una explica, nada de nada sobre la nada. Una buena primera temporada la de La directora y con himnos musicales de los que te hacen reflexionar si vamos en la buena dirección o en sentido contrario. Vivan las señales y los colores de los semáforos.
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