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viernes, 22 de julio de 2022
Sherwood. Primera temporada.
Todo es mentira. Todos sois unos mentirosos. Todo es una jodida mentira. Empieza Sherwood con imágenes de mineros liándola bien y con la contestación de Doña Margarita: “Lo que tenemos es un intento de la mafia de cambiar el estado de derecho”. O algo así. Minas, huelga, esquiroles, subrayados negros, cajas de información confidencial, piquetes, traidores, jodiendas con vistas al túnel. Hágase querer por una mina. O por lo que dé carbón. Y respuestas que dan que pensar ante una candidata tory en un entorno así: “¿Estás registrada como loca?”. Saltos temporales que nos llevan a joder la marrana y a intentar creer que Trevor Francis era un plan B. No señor. Y esas frases que recuerdan a Juan Benjamín hablando de JFH y de Anelka y de todo lo demás. Mineros contra mineros, sindicatos contra sindicatos, mineros en huelga contra conductores de mineros que no hacían huelga. Todos contra todos. Y la policía infiltrando a su personal en todos los sindicatos mineros, en los blancos y en los rojos. Poco se ha escrito, para lo que fue, sobre el thatcherismo. Más se debería escribir y hablar, ahora que vienen curvas para la clase trabajadora (salvo en España, que el sindicalismo está comprado y no sale a la calle salvo cuando hay gaviotas podridas, si es que no hay alguna gaviota que no esté podrida). Pero Sherwood lleva ese pasado al presente, ese enfrentamiento a las familias, a los vecinos, a los taxis y a los bares, a joder familias que ya nacieron quebradas pero que aquella Gran Bretaña de los 80’s fracturó aún más. No se hace hincapié en los problemas sociales porque eso no siempre vende en la prensa (¿quién consume prensa?), en las series, en los relatos, en las películas, en las clases de los institutos. No se trata de hacer apología del owenismo, pero pasar de puntillas por ciertos asuntos, olvidar lo que no se debe olvidar no nos ayuda en nada. Y Sherwood ayuda a entender esa fisura que se produjo en la Britania de Margaret y que luego ha sido copiada por el resto: dinamitar la oposición entrando hasta el tuétano de las organizaciones que reivindicaban lo justo. ¿No reflexionamos o no nos interesa reflexionar? Y siempre hay un poeta romántico que nos sirve de código, de identidad falsa, que nos ayuda a “vivir una mentira en lo laboral y en lo personal”. Nos muestra Sherwood la auténtica guerra civil que con el asunto minero se montó en la pérfida Albión, enfrentando a padres con hijos, a policías con policías, a sangre y vecindad. Pero antes o después, te cruzas o te cruzan, aquí en el alquitrán, en el bosque o en el Purgatorio con sus múltiples nombres. “Todo el mundo carga mentiras”. Siempre nos equivocamos, pero está bien sospechar de cualquiera, no fiarse de nadie y crear en esa mentira que es que “la adversidad es el primer camino hacia la verdad”. Y ya puestos creer en algo, hagamos que Sherwood nos haga pensar aunque todo sea mentira.
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