The International.

El Maestro de Gramática, don José Perona, referente a todas horas, a cada paso y a cada minuto, recordaba que para medir nuestra ignorancia, cualquier día, pasáramos por una facultad y entráramos a una clase sin saber que materia se estaba dando. Ignorantes. No sabemos nada. Y, si eso lo extrapolamos a las altas esferas, podemos imaginar nuestra total ignorancia. Viendo The International me ha vuelto esta idea a la cabeza. Los grandes Estados, las grandes agencias, las grandes guerras, las grandes empresas: todo es una farsa de la cual no sabemos nada. Ya se encarga el cuarto poder de vendernos mierda que creer. Podemos imaginar. Podemos creer que sabemos algo. Pero nada. La verdad nunca interesa, porque sería sangrante y vergonzosa. Todo es mentira. Muy mentira, que diría el otro. Hay un momento en el film que un tipo le dice a Naomi en plan retador: “Recuerda que existe lo que la gente quiere oir, lo que la gente quiere creer, todo lo demás y después la verdad”. Y eso da miedo. La verdad siempre duele, y responsabiliza, y crea estados de estados de opinión. Y en este contexto historicista, de pastiche de mierda, cualquiera olvida sus ideales, se baja los pantalones y cuenta un puto chiste. Y la gracia la decides tú, independientemente del chiste. Y se puede morir viejo, y joven. Con o sin principios. Y la vida, como el capitalismo, da muchas vueltas. Capitales, que diría Marx. Se puede elegir, pero a riesgo de acertar. Y hay caminos inevitables. Y todo es ilusión. Y punto.