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miércoles, 28 de mayo de 2014
Mad Men. Primera mitad de la séptima temporada
Todo lo bueno se acaba. Se va acabando. Recuerdo tardes con los anuncios de Mad Men en El País cuando no me había metido en el mundo de Don Draper. La AMC y sus cosas, pensaba. Pero no. Cuándo los viejos hablan de Napoléon, ya se sabe que el final está cerca (aunque confundan las islas, no siempre se vuelve a la misma isla). Esta primera mitad de la séptima temporada de Mad Men trata muchos temas aunque se centra en la caída de Don Draper y su intento de recuperación, y la distancia con su esposa y con lo difícil y lo cuesta arriba que se hace todo en ciertos momentos. California y Nueva York, el pasado y el presente, como la compañía telefónica, siempre jodiendo. Siempre jodiendo y siempre la misma cantinela. Es difícil dejar de trabajar, y cambiar el chip, y olvidar lo pasado y empezar desde menos uno. Jodido no, lo siguiente. Se quiere olvidar pero no se puede. Y de conseguir olvidar, todo es pesadilla. Y todo los problemas aumentan, y la locura es colectiva tanto a orillas del Pacífico como del Atlántico. Y la primera familia draperiana, de vuelta de todo, por encima del bien y del mal, y esa niña que ya no es tan niña y que merece una serie para ella sola. Y el fraude de las uniones. Y el hombre llega a la luna, y todo nos parece algo distinto, pero sigue saliendo el sol por el mismo sitio. Y cuando se habla de Napoleón, todo es posible. Y punto.
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