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viernes, 12 de diciembre de 2014
Las cuatro torres
Los blancos de corazón viven en mitad de la jungla; con Mourinho de entrenador, en una cacería en la Somalia más cabrona. El tema de Las cuatro torres nos lleva a la etapa de la convulsión merengue, la del topo del vestuario, los informes más o menos secretos, la oposición a Florentino y las jodiendas con vistas a la bahía. Los detectives privados ( o informadores) han sido muy importantes siempre, tanto o más que las ruedas en el Neolítico, el control del fuego en el Paleolítico o el gintonic hecho frutería del mundo del siglo XXI. Juan Torca, protagonista de Las cuatro torres se ve inmerso en una jodienda con vistas al Bernabeu en mitad de su convulsa vida. Mientras prepara la media maratón guipuzcoana investiga y sufre, folla y se desfoga, aguanta viudas y a versiones femeninas de Don Draper, se las ve para olvidar la muerte de su mujer entre habitaciones de hotel, visitas a Burgos y viajes cabrones al mar de Aral. Aunque, como casi siempre, no todo sale a relucir: hay puñetazos que te revientan el hombro (y el corazón), hay hijos que ver cruzar, hay coches que deben desaparecer, hay canciones de Love of lesbian hechas bucles, hay chinos cudeiros sin humor amarillo, hay amigos muertos y pandillas que no volverán a ser lo que fueron. Y, como nos recuerda Leandro Pérez, hay tipos grandes que siempre estarán en nuestra retina aunque los niños de veinte años no sepan como jugaba el Buitre en el área ni como pisaba Juanito a un merkeliano. Todo es política, todo son informaciones más o menos falsas, y si vas a un folloclub te pueden retratar. Como exestudiante de Periodismo solo puedo odiar y querer a los peroodistas que enfangan y deletrean correrías y juergas, regates y pases de cebras en puticlubs más o menos cercanos, periodistas que ilustan con palabras el taconazo de Guti en Riazor o el piscinazo de Cristiano contra el Celta. Y si todo es política y capitalismo atroz, entonces que nos jodan de por vida. Y todo lo demás
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