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sábado, 16 de mayo de 2015
Convertir la mierda en epopeya
En esas estamos metidos. Somos transformadores de irrealidades. Estamos metidos, con la vorágine electoral, en la conversión antiDamasco. Vamos a convertir, gracias a nuestros políticos, la mierda en epopeya. Y nos quedamos tan panchos (con o sin Blue Summer, con o sin Chanquete). Hemos pasado del tiro de gracia al IRPF, del aeropuerto peatonal a la universidad privada, de la jodienda estival al mayo esquimal. ¿La corrupción? NO, NO, NO. Eso no toca, ahora lo que suena es la bandurria, que estamos en elecciones. Las corrupciones están bajo el mar, olvidados entre el lodo y la sal. Los jefes de campaña, después de hacer la compra en el mercado (o en el puticlub, o en la zorrera caliente, o donde sea) marcan sus doctrinas arriolanas. Entre relámpagos la mierda no parece tanta mierda: parece epopeya. No hay mierda, todo es una heroicidad. Un sacrificio por la ciudadanía. 4 años y un día del 15M. ¿En qué ha quedado todos? ¿Hay futuro en mitad de la serenata del Regimiento de hijos de falangistas que nos gobiernan desde 1975? Todo es mentira, todo es desaparecer. Todo es puta gracia siniestra. La mierda hecha verdad oficial. En el auto sacramental epopéyico, los malos son los buenos; los corruptos, los adorados; los de la tarjeta B, los idolatrados; los de los cursos de formación, los líderes; los que no van al cajero durante años, el ejemplo a seguir; los exministros encarcelados, mártires. Podríamos seguir con el límite infinito, pero no es plan. No es un buen plan. El testigo de cada uno de ellos ya es leyenda. Nosotros robamos tanto, dicen en sus círculos ginebrísiticos. Sin esconder(se). Sin tapar(se). Sin. ¿Transformación social a estas alturas? Va a ser que no, chicos. Va a ser que no. Y ya tenemos, otra vez, la mierda epopeyizada. Y punto.
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