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martes, 19 de mayo de 2015
Mad Men. Segunda parte de la séptima temporada
¿Realmente cada uno tiene el diablo que se merece? ¿Y el éxito? ¿Y la felicidad? ¿La felicidad es hacer yoga con una Coca Cola en la mano? ¿El infierno es lo cotidiano? ¿Qué es lo que nos jode la rutina? Tantas preguntas, día tras día, y no encontramos la respuesta. Y entonces aparece el espíritu de Don Draper y la valentía de Peggy Olson y los escrúpulos de Pete Campbell y el dejarse llevar de Betty y la picardía de Roger Sterling y un montón de asuntos más. Pero sobre Mad Men, después de tanto tiempo, es la perdición de Draper y las miradas de Peggy y, para mí, siempre, la lucidez de las palabras ebrias de Sterling (es una contradicción, pero es así) . O tal vez no. Cada uno saca sus conclusiones con Mad Men con su ritmo paisado. ¿Conclusiones después de la segunda parte de la séptima temporada? Las de siempre: que todo es mentira y que no hay redención posible. El domingo 24, en cinco días, es Pentecostés. Quizás en la Biblia encontremos una solución pero no en la vida diaria ni en la publicidad. Todo sigue siendo mentira, día tras día. Los pies de barro de nuestra sociedad, las jodiendas con vistas a California y los vuelos privados. Es díficil areglar una máquina cuando en Noviembre de 1970 todavía se podía pensar en alguna salvación. Todo está perdido. Hace cinco años, dos meses y un día, juntando letras sobre la primera temporada de Mad Men, hablaba de que siempre hay que decir lo que se piensa, aunque te metas en líos y vuelvas a perder. Porque la vida son derrotas. Hay pocos Pete Campbell en la vida. Los cabrones con suerte existen, pero no en nuestros círculos. Y las conversaciones de Sterling y Draper, y esa contestación ya clásica de Sterling a Draper: " Vosotros bebéis para ahogar vuestras miserias, intentáis lamer una herida imaginaria". ¿Y qué recordar de Cooper? Nunca un viejo sin zapatos hizo tanto bien a la televisión, joder. El viejo Cooper, espectro momentáneo en mitad de una carretera hacia ninguna parte. Y hoy es otro de esos días sin voz y mucho cansancio. Y más recuerdos de Sterlin, esta vez de la segunda temporada: "¿Quieres estar bien o estar casado? No es un estado natural, pero te casas". Menudo cabrón Sterling, del que Draper copia lo bueno y lo malo, la secretaria y la secretaria (y si hace falta la suegra). Y los mentirosos, en plan Lane Pryce, de los que huyen hasta que no pueden más. Y Draper, sentenciando con frases lapidarias: " No sé, es tu vida. No sabes cuándo durará, pero sí que acabará mal". Y siempre decía Draper, antes y después del yoga, que la gente no cambia. Y ante la mala suerte, la de Betty y la de los demás, volvemos a recordar al Don melancólico después de la farra: "“El mundo sigue sin nosotros. No lo tomemos como algo personal”. Y las pesadillas inimaginables. Y el día a día, y Sterling recordando los lemas apocalípticos de su padre: ""Lo único malo de este trabajo son los clientes". Y todo lo demás.
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