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domingo, 15 de noviembre de 2015
Sons of Anarchy. Primera temporada
No es fácil desprenderse de las ideas preconcibidas. La etiqueta puesta a Sons of Anarchy (desde serie B a su condición de filial FX hasta todo lo inimaginable) no es posible dejarla de lado. Imposible. Una vez que le ponemos la etiqueta de "menor" ya nada es lo que parece. Los gurús de la crítica (deportiva, seriéfila, gastronómicos, etílicos) son demasiado particulares. Primeras personas que no siempre se definen en la singularidad, sino que se dejan llevar por la pluralidad, o, directamente, por el rebaño. El hiperrebaño. Pese a todo, y que no es fácil abstraerse de lo que nos cuentan los entendidos, la primera temporada de Sons of Anarchy es indiscutiblemente una serie muy decente. Si la pusiéramos en una balanza de competitividad, dejaría a más de una en bragas. La mafia es lo que tiene: engancha. Te podrán parecer unos cabrones sin sentimientos. Seguirán siendo unos cabrones, pero lo de los sentimientos es matizable. Y los ideales. La herencia recibida y el camino a seguir. Los daños colaterales. Elegir el pasado que vuelve transformado en bata de doctora o la yonki que ya pasó por la cama de Moltisanti. El compañerismo (y su negación). La filiación y el dolor. Las dos barajas con las que jugar. Hasta el IRA, y el IRA Auténtico salen a relucir. Y flores en los cementerios y enunciados a recordar. Y todo lo demás.
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