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lunes, 12 de junio de 2017
Grantchester. Tercera temporada.
Reflexiona Grantchester, desde el principio de esta tercera temporada, sobre la virtud. Sobre lo que debemos hacer y lo que queremos hacer, aunque al final hagamos algo totalmente distinto. Nada de eso vale. ¿Tenemos valor para hacer lo que debemos? ¿Hasta dónde llega nuestro rigor para mantener nuestras convicciones? ¿Está el valor del "no" sobrevalorado? La integridad de mantener unos principios (sean los que sean, el límite es difuso según la primera persona del singular) es inequívocamente insegura. ¿Bien? ¿Verdad? ¿Justicia? ¿Belleza? ¿Es tan difícil poner esos 4 conceptos en una coctelera y sacar una ambrosía deliciosamente peligrosa? Y puestos a manjares exquisitos, buscamos premios cuando no hay ni sorteo programado. Nos engañamos, con y sin anillo, comprando vino, bebiendo pintas, recolectando güisqui, negándonos la mayor, la menor y todas y cada una de ellas. Ni el Big City de Spacemen 3 nos arregla el asunto. Ni ese jodido himno atemporal. Grantchester y las ediciones llegadas de América de poemas de tito Guillermo; Grantchester y sus historias fargianas de hijas que roban a padres, y mujeres que abortan sin que sus maridos sepan y de niños guapos que no quieren volver a la cárcel porque quieren sentarse sin ver las estrellas. El desamor, el amor (bien)entendido, los niños que se van y vienen, los amores primeros que no siempre los últimos. Vaya sarta de reflexiones deja la tercera temporada de Grantchester, con su dosis justa de azúcar y sangre, de venganza y vueltas al pasado, de recuerdos y bodas que están firmadas del revés. Y todo lo demás, también.
Coda: Seguimos, como años atrás, sin creer en el jazz. Pero, por lo menos, los músicos de jazz se lo pasan bien, no como otros que ni disfrutan con "su música".
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2 comentarios:
El valor del no o la dificultad de saber decirlo.
Difícil respuesta
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