Hace 3 horas
martes, 24 de diciembre de 2019
Mr. Robot. Cuarta temporada
Cuando empiezas la cuarta temporada de Mr. Robot esperas catarsis desde el primer minuto. Pero eso es imposible. Oscura y tenebrosa (como casi siempre), con un tiro en la sien para empezar, Mr. Robot va cerrando círculos, explicando pasados de países con rosas blancas y corazones oscuros, metros que no llevan a ninguna parte y jodiendas con vistas a una Navidad que se acerca pero que sabes que es negra. Y en Mr. Robot, para acabar, esa catarsis le da hilo (negro, bien negro), desde el cuarto episodio de la cuarta temporada. A partir de ahí (vaya cuarto oscuro), sin frenos baja el Tourmalet... y lo que Ocaña hizo después de la ruina y los vinos y todo lo demás. Esos encuentros que no llegan a ninguna parte, esa jodida música navideña antes del Apocalipsis. Rutina antes de Nagasaki. Mr. Robot, desde ya, en los altares. Y luego pensar el lugar del que eres y el lugar en el que deberías estar. O tener que olvidar sin querer olvidar. O una patada en una bañera. O gordas taxidermistas vendidas al lado oscuro de la fuerza. O no. Todo es mentira. Socios, colaboradores y pensamientos obtusos. Y esos actos del octavo capítulo. Para ver, volver a ver y lo siguiente. Y el rayito de esperanza, escalera arriba, escalera abajo, puede funcionar. O no, pero está ahí. Es posible, tanto o más que alguien te recuerde Los tres días del cóndor. Ideas, arenas movedizas, conspiración mundial, RBP (ricos blancos pendejos para todos). Para todos. El Infierno sigue lleno de buenas intenciones, y el dinero no lo es todo. Pero casi. Y mirar(te) al espejo y buscar un plan b, buscar una alternativa a la jodienda que se supone que te mereces (o te han obligado a merecer). Pero quizás exista un mínimo de justicia social (¿poética?), de posibilidad de equilibrar la balanza, de que todo no sea dolor y rechinar de dientes. ¿Es posible redistribuir la riqueza? ¿Es utópica nuestra existencia? ¿Qué pijo hacemos perdiendo el tiempo? Y esos tres últimos capítulos en los que te das cuenta (otra vez, enésima potencia) de que todo vuelve a ser (en su bucle) mentira. Mentira podrida. Todo. Todo. Todo. Una puta mentira institucionalizada (o no). Puta mentira. Canciones repetidas, años atrás, en mitad de la mentira. Y retinas y lágrimas y todo lo demás.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario