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viernes, 24 de enero de 2020
Mientras dure la guerra
Ha tenido que llegar 2020 para ver Mientras dure la guerra. Y la he visto con reservas, entre otras cosas, porque no he leído nada de Unamuno (como no he leído las Novelas Ejemplares galdosianas). Mal empezamos con estas asociaciones de ideas. Mientras dure la guerra es de las que hace pensar en las actitudes cambiantes. Ya recordamos hace 10 años el asunto de la devolución del acta concejil a Unamuno por parte del ayuntamiento salmantino. Casi nada. Y todos, después de ver la película, somos expertos en unamunitis. Expertísimos. También se le recordó después de la lectura de Las armas y las letras. Vaya libro, para releer más de una vez. Empieza MDLG con una bandera con su bandera republicana de rigor, sus camiones militares en la plaza salmantina de referencia, con verde y fusiles y un grito declarando el estado de guerra un 19 de julio en Salamanca. Y de ahí en adelante, frases que sabemos o creemos saber o creemos que fueron ciertas. ¿Fueron realmente ciertas? Hasta la detención del alcalde Casto Prieto aparece. Casi nada. Nietos, abuelos, campanas, detenciones, claustros, aulas y curas. Que no falten curas y carteles de corridas de toros. Y del Estatuto Catalán y de traiciones de instituciones a las personas, y de las personas a las instituciones. Mitad y mitad. Rectores pidiendo colaboración. ¿Podemos morir por nuestras ideas políticas? Antes sí y ahora, hasta ayer, también en España, y en otro país, sigue pasando. Y Marruecos, y diplomáticos alemanes viendo a un Franco pasmado. Y ese paso del Estrecho, esos aviones de un lado para otro para hacer una guerra y seguir ensangrentando al personal. Crucifijos y cojines verdes, mujeres en el recuerdo y animales de papel. Y empiezan los disparos a primera hora, bien cerca de los cementarios. Y Azaña escribía mal según Don Miguel (todavía no teníamos La velada en Benicarló). Las hijas, la edad, los nietos que leen los artículos paternos y la expulsión del rectorado. Hasta curas protestantes, o como se diga. Hasta recuerda Karra Elejalde haciendo de Unamuno el suicidio de Balmaceda (y que debió seguir ese ejemplo Azaña quitándose de España y de su vida). Y Millán Astray y sus chascarrillos. Y los himnos recitados. Y el manco en Cáceres con Tito Paco a la vuelta de Argentina. Ceses y hemerotecas y todo lo demás. Depuraciones y cargos. Propaganda fuera. Todo empieza en un momento, todo se dispara y se acelera y se va a la mierda. Y detenciones y muertes, como la de Atilano Coco, que te cambian la vida. Y el cambio de bandera, marcando territorio. Y esa Marcha Real, para seguir marcando aún más España. Mola, Kindelán y Cabanellas ante don Miguel. Una pandilla y una foto, y una mano de Millán Astray sobre la espalda unamuniana. Y esa junta eligiendo al líder, con Cabanellas llamando al futuro Generalísimo "Paquito, el Cuquito". Todo es mentira en esta vida. Mentira. Y la bendición mora o baraka que llevó a Franco al liderato. Ese nombramiento, esa reunión, ese hermanísimo. La veleta de Unamuno en esa conversación en mitad del campo con Salvador Vila, sobre la misma historia de España y sobre revancha y odio y Stalin y de sacristía y rezos y de todo lo demás. Pero una cosa es hablar, tras un coche abandonado, y otra bien distinta disparar y hacer el cafre y joder la marrana. Habla el Generalísmo con su clon con traje en una avión de la gresca española. La jodida gresca. Y Unamuno ejerciendo de San Pedro, renegando tres veces de un Salvador al que iban a fusilar. Las putas contradicciones de la vida. Y Cabanellas contra todos ese grupo que le toma el pelo y que él se dejó tomar. Y el día que lo resume todo, o no resume nada: Todo es mentira. Y para acabar, más bandera.
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