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sábado, 5 de febrero de 2022
Ozark. Tercera temporada.
La inteligencia puesta a prueba. Ozark sigue a lo suyo, con Jason Bateman y sus estadísticas, siempre pensativo y Laura Linney queriendo crecer y aprovechar la crisis y los marrajos y todo lo demás. Y la mentira de la terapia. El casino y los casinos, que decía el hombre de la camisa verde, no son lo mismo. En una timba en mi pueblo, el marido de la maestra se la jugó en la mesa, y la perdió. Y a la mañana siguiente allí estaban, el ganador, en la puerta de la casa para cobrarse la apuesta. Y al final te endureces, conviertes tu corazón en una piedra que ni San Pedro aunque sepas que si vienen a por ti lo menos malos va a ser que te crucifiquen boca abajo. Y hay profesores suplentes que deberían ser fusilados en ciertos pueblos cuando montan el numerito. Y nada como espiar a tu mujer. Viva la desconfianza. ¿Hay alguien sin fisuras en Ozark? Enclaustramiento a la fuerza, huidas hacia un Méjico que da miedo, maquinitas del pasado que vuelven al presente, paseítos por hospitales, viajecitos en bodegas, alpiste en los coches, barcos que explotan, embarazadas con propuestas, jodiendas con vistas a unos lagos que se comen la vida y la existencia. Palizas, acuerdos falsos, viajes bipolares, fuegos en mitad del páramo, llamadas que no se pueden contestar, familia lejos y nunca tan cerca. Pero jugar con dos barajas no siempre sale bien. La mejor temporada de las vistas hasta ahora de Ozark, que deja sangre en la cara, dolor en el alma y ganas de mucho más. Ha mejorado el asunto, y para bien, con su ritmo en el que hay que saber entrar.
Coda: Y hágase querer por una terapeuta loca.
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