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martes, 13 de diciembre de 2022
El Geniecillo de las Tentaciones
Me dedica el amigo Jesús Manuel García Gómez su última obra, El Geniecillo de las Tentaciones, en la que me habla de “esta historia crapulesca” para que tenga “siempre muy presentes los peligros de la tentación”. Nos lleva a la villa romana de Los Cantos, en Bullas, en el siglo III d.C. Me gustan estas letras mayúsculas escogidas para EGDLT, aunque al principio las viñetas hablen del trabajo de algunos (no de todos, que siempre hay un Fulvio en nuestras vidas). El hambre y las ganas de comer, las tentaciones y los altares, la comida fresca y la eternidad: “Asume con resignación el castigo que te han impuesto los dioses y cúmplelo, hasta que de alguna manera los agrades y llegue el perdón”. Los saqueos bárbaros son siempre un aditivo, una historia con la que meter miedo o ilustrar con mentiras nuestra triste existencia: “No es robar, sino realmente guardar en un lugar mejor las cosas. Por momentos, en la huida del personaje, el tebeo parece un videojuego, un Super Mario Bros o un Wonder Boy intentando escapar… y todo por un asunto de monedas. Y los saltos en el tiempo, y los hallazgos, y las catedrales atemporales, y la avaricia del coleccionista, y las típicas tabernas, y los golpes de suerte, y los papeles del divorcio, y las ciudades de los dioses convertidas en esclavitud eterna: “Me niego a aceptar esta condición, son seres estúpidos, que solamente trabajan para pagar facturas”. Menos mal que tenemos siempre a mano algún divertimento, como la lectura de la penúltima aventura de Megacuarenteno. Menos mal que no todo es pagar facturas. O casi.
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