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martes, 25 de julio de 2023
Mayans M.C. Quinta temporada.
“¿Qué es el infierno si no lo disfrutas con tus amigos?”. No sé si la frase resume esta quinta temporada de Mayans M.C. “Solo sobrevivimos, no podemos hacer más”. Pero solo los que sobreviven, en plan Pedro Sánchez. Vivir no significa aprovechar la vida y a algunos se nos hace tarde. Muy tarde. De noche. Invierno boreal. La familia, la propia y la del club, la de los abandonos y los reencuentros, la de pañales sucios y espíritu de Wendy Case, siempre en Mayans M.C. Como todo es mentira, “no siempre puedes apuntarte a la gloria”. Sabes que algo va a acabar mal, pero sigues, porque como buena droga, no puedes dejarla. Y “todos quieren ser los amos ahora” y acaban siendo esclavos. En Mayans M.C. no hay envejecimiento posible, porque nadie llega a viejo (y los pocos que llegan, a la residencia). Leer a Clausewitz y pensar que hay otros que también leen a Shakespeare y la catarsis de los capítulos de número primo, y “tal vez sobrevivir sea lo peor”. Trabajar y perder, si es que no nacemos con la derrota eterna, con las cartas equivocadas, pero sin sitio para moral en una batalla ni en la mismísima guerra. Y la diferencia entre maldad y cinismo, entre una vida sin descanso y una vida en la que “no puedes rezar por los malvados porque a veces tienes que destruirlos”. Mayans M.C. en su quinta temporada, de fluidez atemporal, nos convierte a su religión, a esa en la que “es imposible vencer al enemigo sin verter sangre ni sufrimiento, incluso el nuestro”. Y los errores de los padres, y la salvedad de los milagros, que, muy de tarde, ocurren y Mayans M.C. es un milagro en nuestros días. Una grandísima temporada, casi siempre, salpicada de la mejor sangre.
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