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lunes, 11 de noviembre de 2024
Bellas artes. Segunda temporada.
Vuelve a luchar Bellas Artes en su segunda temporada contra la nueva corrección política, contra las políticas de género convertidas en degeneradas, contra el número y la (falsa) nueva igualdad. Si con la pandemia covidiana nos vendieron aquello de que “saldríamos mejores” (y un pijo, también), Bellas Artes es un acto de rebeldía contra los filibusteros, contra los piratas de traje y ministerio, contra aquellas autoridades que nos hacen cautivos en un mundo en el que nos va a hacer falta una aplicación para poder saludar y dar la mano a cualquier persona a menos que no queramos ser denunciados por cualquier delito que la nueva cultura política ha instalado (y ha venido para quedarse) entre nosotros (y nosotras, y nosotres, por supuesto, por supuesta, por supueste). Pero también va el asunto de cuentas en las Islas Caimán, de pensar que te están utilizando, de que todo es mentira y de que las casualidades no existen. Todo el mundo desaparece, y, si se puede, bochorno y cuernos y mierdas varias. Nada como que te engañen para mostrar la incredulidad. Vivan los cojos. Y los que persiguen al marxismo internacional. Todo mentira, hasta la pluma de Gadafi y la capacidad pesebrística del chantaje emocional. En este mundo de caudillos que es el arte, nada como que te restrieguen la falsedad en el morro. ¿Qué mierda es una performance? ¿Por qué los locos no se dan con dos piedras en los huevos como nos decía el tío Manolo? Ríanse de las actuaciones ajenas: “Todo lo que está mal. El arte como competición es una mierda. Los museos se están convirtiendo en parques temáticos. Los ministerios están llenos de burócratas, cuando no de parásitos. El mundo del arte es realmente a día de hoy un circo para esnobs”.
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