miércoles, 4 de diciembre de 2024

Presentes

Empieza Paco Cerdà su Presentes utilizando un vocabulario artístico para describir este camino que va del Calvario a la Resurrección mortecina (sin Damasco de por medio), porque los artistas, como los dioses, nunca mueren. Incluye en ese vocabulario (expresionista, barrocos, tenebrista) uno epítetos que llenan el cuadro del que va “de lo terrenal a lo redentor”. Y apostilla PC: “Comienza la ceremonia más inverosímil de la historia de España. El mayor culto a un político fallecido en Europa occidental en lo que va de siglo. Van a ser 467 kilómetros recorridos al paso marcial de la Falange”. Pum, pum: “Comienza la mayor operación de propaganda, armada con las mejores plumas que han quedado en el país, para asentar el relato de una nueva España”. Haciendo memoria (si es que queda algo de eso), creo recordar que en los temarios de bachillerato Falange es, como mucho, un par de renglones mal redactados; un reducto; algo anecdótico. Habla PC del número de votos, de los fallecidos, del jaleo callejero, de los panfletos revolucionarios y de la revolución con gomina, de lo que pudo ser (como tantas otras cosas) y no fue. También habla PC del miedo, de las respuestas primarias, de campos de concentración, de la Nueva España (“es tan agradecido hacer poesía de la desgracia”), de Miguel de Molina, de Juana La Loca y Felipe el Hermoso (ríase usted de una Maratón, decía el hombre de la camisa verde), de Dionisio Ridruejo y de la Almansa antes y después de la guerra y de su depuración, del precio de camisas que pudieron ser y no fueron, del origen de los colores (viva la revolución de los colores, Chema Rey), de Elena Fortún, su Celia y de sus poseedores y de cómo los peligros se convierten en libros, y, los libros, en peligro infinito: “Los libros son un peligro. Siempre lo han sido. Ahora más. Leer es sospechoso. Debe reforzarse la vigilancia. Quién lee qué. Que no se puede leer”. También hay frases de Víctor Hugo sobre la desesperación, pensamientos sobre barcos italianos, cifras de población y cifras sobre presos, recuerdos machadianos y guiomarianos. Como todo es mentira, la barbarie: “Las patrias prefieren al Soldado Desconocido. A ese no hay que darle pensión”. Y Pilar Primo de Rivera, y refranes y dichos, y caballeros mutilados, y embajadas chilenas, y como hay diferencias, en este país, hasta en el dulce más querido y que más martillazos da en sus resacas: “El anís de Chinchón era republicano. El anís La Castellana, nacional”. Y en ese embuste convertido en macabro artefacto interminable, se habla de brigadas internacionales y de una gran de descripción de los militares y ministros franquistas (“un país llenándose de autoridades a cuyo alrededor solo dejan espacio para la autoridad”). Y los de la tiza, siempre en la diana, viva la depuración: “Maestros puros para las escuelas de la España pura”. Y los topos, y esta gran mentira en la que vivimos, porque, hoy como anteayer, “España se ha convertido en una topera ideológica. Hay que enterrar las ideas”. Y puestos a enterrar, que la pala nuestra de cada día sea más larga que las demás. Muy larga.

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