Ayer vi Basquiat, la peli de Julian Schnabel sobre el pintor negro Jean-Michel Basquiat. El pintor negro, digo. Hay un momento de la peli, en el que el pintor es entrevistado por un periodista puñetero(interpretado por Christopher Walken), en el que las preguntas van a su condición racial. Más o menos. Es uno de los momentos tensos de la peli. ¿Recordamos algún pintor negro? Juan de Pareja, el esclavo de Velázquez, el único que recuerdo ahora mismo. De buena familia, Basquiat toma pronto su propio camino, grafitero en primer lugar, bajo el sobrenombre de SAMO (LA MISMA VIEJA MIERDA). Y es ahí, en el entramado callejero, dónde tomba renombre. Y pronto, según cuenta la peli, es utilizado por todos, que quieren ver, mostrar en él, el sueño americano. En este caso, el sueño afroamericano, o en este particular, tahitiano-puertorriqueño. Pero el ascenso meteórico, siempre según la peli, es un ascenso paralelo en el mundo de las drogas. De casi todas las drogas. Parece ser que se veía un poco como el perrito faldero de Warhol y de todos esos artistas pop que van por el mundo reinventando el arte popular. Vaya misma vieja porquería, ilustrada con colorines y plátanos. La palmó de una sobredosis de heroína un 12 de agosto, después de pasar un tiempo en Hawai desintoxicándose. Imaginad un doce de agosto en Nueva York, pinceles, asfixia, jeringas. Y todo lo demás.
Hace 26 minutos
2 comentarios:
Suena bien eso de villa desmadre azul
yo pienso lo mismo
(en cuanto a los limones sin ginebra)
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