“Los reyes encargaron a algunos frailes que predicasen y redujesen a la verdadera creencia e Nuestro Señor Jesucristo a las personas que hacían rito judaicos […] y notificaron el hecho al sumo pontífice. Éste [Sixto IV] dio su bula, por la cual mandó que hubiese inquisidores en todos los reinos y dio el cargo principal de esta Inquisición a fray Tomás de Torquemada, de la Orden de Santo Domingo.
Éste, que era el principal inquisidor, instituyó inquisidores en todas las más ciudades y villas de los reinos de Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña. Los cuales ponían sus cartas para que aquellos que habían judaizado, viniesen a decir sus culpas y se reconciliasen con la Iglesia. Así, muchas personas confesaron sus culpas y yerros de herejía y fueron más de quince mil. Y los que, en el plazo impuesto, no venían a reconciliarse, una vez habida información por testigos, eran presos y se hacían procesos contra ellos”.
H. del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos
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