Hace 59 minutos
viernes, 10 de abril de 2020
Nox. Primera temporada.
Ahora que creemos estar encerrados en esta coronavírica etapa (¿es esto real?), está bien ver el encierro ajeno involuntario, el secuestro. El puto secuestro. Y no cualquier secuestro. La primera temporada de Nox no va sobre un secuestro cualquiera. No. El secuestro con un doble fin: el económico y el sanguinario. Vender por dinero y vender para matar. Y no en cualquier lugar físico. Tampoco. En Los Parises subterráneos, en el tercer nivel del subsuelo francés. Todo empieza en un metro entre aullidos. Pero no ese oyen esos aullidos porque todo el personal (impersonalmente) vive pegado a unos cascos de música, a unos auriculares que ya son un órgano más de nuestra personalidad. Escuchar algo porque yo suena nada en nuestro interior. Mierda sobre mierda. Y cuando empiezas a escarbar, encuentras más mierda. Mucha más mierda, como si no hubiera mañana (quizás porque no lo tengamos tras el COVID-19, o por que el mañana será muy distinto). Y da igual si eres esrilanqués o galapagueño, todos tenemos diablos interiores. Diablos de lo peor. Piensas que tú no puedes dormir pero lo que no vas a dejar de hacer es quitarle el sueño a los demás, como si de un drama político se tratara. Ya lo dice Nox sobre los bichos: "Son cucarachas. Hay que irse. Si mandas a una, vienen diez más". ¿Qué fue de la inteligencia? ¿Cómo hemos llegado a la locura? ¿Tiene precio el dolor? ¿Podemos ver el dolor de los muertos confinados? ¿Podemos ver el dolor de una fosa común?¿Podemos ver el dolor televisado? ¿Somos residuos humanos para los políticos? ¿Les interesa nuestro dolor o solo se preocupan si es una amenaza terrorista? ¿Tenemos que leer a Sócrates para entenderlo todo? El dolor es un recuerdo del pasado con un póster de un político de fondo. Y al final, con la tomadura de pelo de la clase política, ya se sabe: "Todo el mundo la odia; ese es un criterio objetivo". Ratas de alcantarilla que nos utilizan, nos usan y luego se olvidan de nosotros. Casi todos. Ponga un yakseya en su vida. Y punto.
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