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sábado, 17 de abril de 2021
14 de julio
No me ha gustado tanto como La batalla de Occidente. Menos que El orden del día, pero es que estamos hablando de otro nivel. Eric Vuillard se centra en aquel martes que cambió la historia de Francia y del mundo, aunque luego media Francia y medio mundo estuvieran en contra de aquel cambio en 14 de julio. Empieza EV hablando de casas de recreo, "el reino burgués de la segunda residencia". Ahora, en plena cuarta ola pandémica, los burgueses, los nuevos burgueses, los resistentes a la resiliencia, ya pueden ir a la casa del campo, al huerto, a la playita. Mierda sobre mierda, mentira sobre mentira y tiro porque me toca. Y sí, recuerda para empezar la historia de 14 de julio la bajada de salarios que un rico pide en su manufactura real de papeles pintados. Y tirando del hilo, llega al 14 de julio. Decía José Perona que "las tradiciones son modas envejecidas". ¿Por qué pintar papeles? Dice EV que esa costumbre la inició la chica de los Converse, María Antonieta, con las paredes de su tocador, y que luego, pantalón campana sí, pantalón campana no, la moda pasó a Europa. El color pulga, ni más ni menos. La moda. Y de los papeles tintados pasó a la fábrica de salitre, y el hambre también pasó de unos a otros, y se iniciaron motines de hambre. Pero los promotores de las bajadas de salarios sufrieron en sus carnes sus consecuencias. Y con estas jodiendas, en abril del 1789, se da comienzo a la Revolución Francesa. Casas y negocios destrozados, muerte y chusma, hambre sobre hambre. Compara los muertos del 28 de abril con los del 10 de agosto de 1792. Y los hermanos reconociendo al suyo, a sus genes, en la morgue. Y pone énfasis EV en la deuda estatal mientras Versalles se sigue comiendo el presupuesto. "El palacio es una obra eterna", escribe el autor. Añade: "Y hasta el final, hasta la Revolución, Versalles será una derroche innumerable de servidores". Y mientras, como la España de Rajoy, de Zapatero, de Sánchez, "Francia estaba empeñada hasta el cuello". Se pasa por encima o por debajo, pero luego están las alianzas de civilizaciones de turno en la que te metes, jardines ajenos en las que quieres poner tu helecho propio: "Lo que costó más, lo que realmente se tragó el Tesoro fue la participación de Francia en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos". Incluso pone cifras EV, situando lo que suponía el mantenimientos de los luises y sus cortes, entre el 7% y el 10% del presupuesto estatal. Una décima parte para alfombras y dorados, para candelabros y diamantes, para zapatos y papel pintado, para juergas de casino estatal pagado por los alfareros y los vendimiadores. O no, vaya usted a saber. Y les pone cara a esos despilfarros, como los 4 relojeros de cámara del rey (tic, tac, tic, tac, Pablo, cobrando ahora mismo su sueldo como exvicepresidente, ya sin saber cuántos salarios mínimos son los cinco mil y pico euros de casta que cobra al mes por ser un ex...). Y al más puro estilo Montoro pepero, tocaba subir impuestos: "Y mientras los príncipes nos se privan de nada, las finanzas del reino se agotan; Francia ayuna. Comienza entonces una furiosa y caótica caza del impuesto". Y empieza a enumerar EV bancarrotas y miniestros, los dos años de Turgot, el tiempo de Necker y Calonne, la vuelta de Necker "para tranquilizar la Bolsa, pues entonces era ya la Bolsa la que tomaba el pulso del mercado": Ya lo dijo Rato: "Es el mercado, amigo": El puto mercado. Y habla el autor de la especulación con la deuda inglesa y la francesa: "La ganancia es una melancolía sin media, toda la decepción del mundo se traduce en el poder de vender y de comprar". Y bancarrotas. Esa parte es la que más me gusta del libro, luego se enreda en detallar con minuciosidad cosas que no siempre importan, o si importan pero de otra manera. Relata también la Convocatoria de Estados Generales, con ese 4 de mayo y sus 1139 diputados (alegría), y la transformación del Tercer Estado en Asamblea Nacional, y la destitución de Necker por Breteuil. Y más frases de EV: "Resulta increíble la cantidad de tartamudos convertidos en oradores y la cantidad de malos alumnos convertidos en escritores". Viva Camille Desmoulins. Viva la patria, y los guardias descontentos unidos a los rebledos, y el insomnio ("no dormir es vivir en la muerte"). Importante el factor del calor para la locura colectiva, para la jodienda entre las jodiendas, para el más allá en el caos". Y como recuerda el autor, la toma de La Bastilla de 1789 no fue la primera, recuerda la de 1588 y la de tiempos de Enrique IV. Pero el ámbito parisino no es el mismo, ha cambiado: "Cada ciudad es una reunión de emigrados y errabundos, la cuna de todos los apátridas". Y añade EV: "El 14 de julio, Babilonia será más fuerte que el diluvio, más viva que la hoguera, más ruidosa que las trompetas. Ahora la ciudad es inmensa". ¿Pero no se ha escrito lo suficiente sobre 1789? ¿No se ha escrito todo sobre la Revolución Francesa? EV cita a Michelet, aunque también dice que "hay que escribir lo que se ignora". Será por factores. Y también recuerda a los protagonistas, ale emisario Thuriot La Rosiere. El hombre de la camisa verde me preguntaba alguna vez: ¿Quién en condiciones normales no hubiera votado matar a ese rey? Y aunque la gente en el pueblo no lo supiera, él si había leído a Vovelle y a Soboul. Y luego, los factores, el arsenal, el puente levadizo que se desploma, los cadáveres, Ethis de Crony, Luois-Lezin de Milly, las tablas y todo lo demás, también. Un buen libro aunque no redondo, como una revolución necesaria repleta de imperfecciones.
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