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sábado, 22 de enero de 2022
La naranja prohibida
Está bien, parece ser, coger cualquier motivo para hablar del franquismo, de los grises, de oscurantismo, de falta de imaginación, de pepinillos en vinagre y de teorías sobre lo malo del tardofranquismo. No vale tener la fábrica de Renault, ni la España vacía de 1975 ni el pabellón Huerta del Rey. O el Pisuerga. La naranja prohibida es una excusa, tan buena como cualquiera, el pretexto para hablar de un régimen que agonizaba. Y ya lo decía don Manuel Alcántara, que las agonías largas son muy malas. Las peores. Y las vocaciones tardías, también. Es curioso, pese a todo, la imaginación que le ponían al asunto en la dictadura, buscando recovecos para saltarse la censura y la ley. Pero esas agonías largas tienen arrebatos de lucidez y represión. Piensas que el muerto va a resucitar, y te pegas un susto importante cuando se pone a hablar o a rezar o hacer el gris. Lo que más me gusta del documental son las reflexiones de Malcom (Alex), de lo que le supuso después de If intervenir en La naranja mecánica y los tipos que se las ingeniaron para llevar la película a Valladolid en 1975. Lo que ocurre es que muchos de los testimonios son repetitivos y prescindibles, y se hace un poco largo. Lo peor, el experimento con tipos e individuas que no tienen ni idea de nada, y que ven LNM y se quedan estupefactos. En conclusión, La naranja prohibida es un buen intento de reflejar un momento pero quizás peca de cierto maniqueísmo en sus planteamientos. Todos nos creemos superiores moralmente al resto, quizás porque no hagamos un poco de penitencia en nuestra gullivera. Perdón, en nuestra quijotera. Pues sí, parece que el Infierno sigue lleno de buenas intenciones (también en los documentales).
Coda: Aunque lo mejor de todo es darte cuenta en primera persona masculino singular de lo ignorante que eres, cuando te enseñan a la niña de Lolita (Sue Lyon) interviniendo en una película llamada Una gota de sangra para seguir amando, de Eloy de la Iglesia y que es una versión perversa de la obra de Kubrick. Habrá que buscarla y recrearse con ella aunque no sea 1973 y no estemos rodeados de crucifijos, ni rosarios ni grises que nos ahuyentan con su aliento a incienso.
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