Hace 18 minutos
jueves, 13 de enero de 2022
Partisan. Primera temporada.
Partisan habla de demonios interiores y de desastres ajenos, de aquello cuya fachada muestra una imagen irreal y falsa de lo que es en ciencia cierta: un poli infiltrado atormentado, una empresa cuyos fines son distintos de lo que creemos, unas niñas que huyen, experimentos que tienen demasiados secretos y falsos mitos que, antes o después, caen. Tiene un acento fatalista desde el principio, de que aquello es insano, de una atmósfera peligrosa que amenaza chernobylístiscos finales. Somos utópicos cuando pensamos en unas soluciones alternativas, comemos hamburguesas de césped creyendo en soluciones imposibles, entramos en depresiones de las que no sabemos el modo de salir. Partisan deja una primera temporada de pensamientos sobre males ajenos, sobre perversiones de poder, de gente que juega a Dios cuando tiene unas neuronas de plástico. O tal vez, no. Tal vez los equivocados somos los demás, los que no nos creemos el cuento con final feliz porque no hay novelas con final feliz. Y si las hay, no las hemos leído.
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