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miércoles, 5 de octubre de 2022
Quentin Tarantino (libro de Ian Nathan)
Pienso mucho en Tarantino. En lo mucho que me gustaba y el motivo por el que no me apasiona. Nos pasa a todos: éramos rebeldes. Éramos subversivos. ¿Y ahora qué somos? ¿Solo chistes ambulantes o algo más triste? ¿Algo más triste aún? No estoy de acuerdo con eso de “atrevido e innovador”. No. Pero el libro me gusta mucho: su texto y sus fotografías. Sus zonas negras. “Reservoir Dogs era especial, todos estuvimos de acuerdo”. Y el miedo y las risas y la forma en como “su historia se convirtió en evangelio”. Hoy todo parece refrito historicista, copia de copia de mala copia, y no hay profetas innovadores. Nos creemos que Mr. Robot es original porque está rodeado de miseria de guiones (y en ese gremio, hay corporativismo de defensa de un colectivo que ha preferido el número [abusivo] a la calidad). Y elevamos a los profetas del pasado a héroes de Biblias que de su Génesis a su Apocalipsis brillan, aunque no siempre por igual: “Esa es la clave del mito Tarantino: el optimismo que lo acompañó. Era el Mesías de los frikis del cine”. No es fácil, pero QT lo hizo: “Un matrimonio hecho de arte y comercialidad; basura y humanidad; violencia y risa. Historias que se elevan por su propio artificio, pero que parecen algo real”. Finales en plan Airbag. Y hablando de valores, apostilla Ian Nathan en esta obra suya titulada Quentin Tarantino: “Sus trabajos son engañosamente éticos”. Viva marzo y viva 1963. Enumera el autor películas que influyeron en QT, pero es que son tantas y tan buenas que hay que coger un bolígrafo y muchos folios. Se habla del instituto como prisión (como mi día a día, añado yo). Sobre RD escribe IN: “Tipos duros con Ray-Ban con sus discursos de jerga callejera en Los Ángeles empalmados en sermones de altura pop archivados en la voluminosa memoria de Tarantino. Era un escritor del Método: todas sus voces fluían de él como un río”. Y puestos a ser psicópatas, dejemos de ser psicópatas por un rato: “Esto no va de violencia per se, esto va de estilo”. Y la pregunta del millón de atenciones: “Había muchos Tarantinos diferentes clamando por ser escuchados”. Silencio, se rueda. Lo de Tarantino es como lo de Radiohead con Creep, o con himnos que luego no se repiten pero siempre están ahí. No sé las veces que pude ver RD o PF. No me salen las cuentas. Escribe IN que “Pulp Fiction se niega a comportarse como una película normal”. ¿Acaso alguien quiere? ¿Qué es lo normal? ¿No podemos hacer de una catana un leit motiv? ¿No podemos creer en la catarsis? ¿Y en la redención? Subraya IN que Pulp Fiction es, desde el punto de vista conceptual, anterior a Reservoir Dogs y eso se ve en las elecciones de los actores (el autor lo llama Dios en ese sentido). Un ejemplo, el de Travolta: “Como predijo Tarantino, el talento no se había ido, simplemente había permanecido inactivo, y Travolta es una maravilla de contemplar”. Hoy la ene roja, o la suma haches y dos letras más hubieran hecho una serie de Travolta y Samuel L. Jackson inacabable. Pulp Fiction, escribe el autor, “es una película profundamente comprometida con las reglas que mantienen unido este inframundo criminal. Es una película inesperadamente ética”. Y puestos a coger epítetos convertidos en otra cosa, apostilla: “Pulp Fiction no era simplemente una película, era un evento cultural sísmico”. Batería, bajo, guitarra y una voz que acaba en todo, o en robo, o en sesos en una americana negra que empezó impoluta la película y que acaba hecha unos zorros: “Ver Pulp Fiction por primera vez fue como asistir a un concierto de rock en forma de película”. Y todo es una balanza, pero no es fácil compaginar talento y billetes: “Nadie podía ser declarado el nuevo Orson Welles, el elegido que se colocaría con un pie en el cine de autor y otra en el cine comercial, sin alguna venganza del karma”. Y claro que el nombre de Tarantino pasó a ser adjetivo de muchas cosas, incluso antes que otros lo utilizaran como exageración. Habla el autor del experimento que supuso Four Room y la obsesión de QT por actuar, y los años sabáticos, y la adaptación de Jackie Brown y la figura de Elmore Leonard que nos encandiló en Justified a todos. Ian Nathan va más allá y habla de la primera secuencia de JB como “posiblemente la mejor de la carrera de Tarantino”. También, para Ian Nathan, el personal se confundió ante las expectativas creadas con JB, ya que era “sutil y lenta”. Subraya IN que no todo el mundo entendió las esperas, como esos seis años hasta la parejita de Kill Bil: “Para su regreso, planeaba hacer la película más ruidosa, reverencial -y menos realista- posible”. Recuerdo que vi primero Kill Bill 2 y luego Kill Bill 1, cortesía de videoclub de, como no, El hombre de la camisa verde. Un puto shock fue aquello. Escribe Ian Nathan: “El suyo no es un desapego inteligente. Y afirma no saber que significa realmente la ironía, toda su falsedad es real. Subvierte el género, pero nunca lo traiciona”. Y añade: “Kill Bill fue una terapia de choque, un festival de Tarantino en forma de película”. Del siguiente episodio de QT, esta vez con Robert Rodríguez, debo decir que a mí personalmente me encantó. Recuerdo verlo con Sergio y Antonio, y sobre Death Proof con sus diálogos tiene algo especial, aunque Planet Terror no es despreciable en absoluto. Para el autor, “al igual que Kill Bill, su nueva película era hasta cierto punto una oleada de muerte y destrucción. Esa descarada sensibilidad del cine grindhouse tampoco estaba completamente fuera de su estilo. Y también aparecían los temas clásicos de Tarantino: la profesionalidad, la lealtad, la traición, la raza y la violencia a sueldo”. Malditos bastardos la vi con Don Importante en Nueva Condomina después de una farra(gosa) comida de domingo en casa del Marqués. Ya no hay tiempos así, ni sobremesa en las terrazas así, ni nada así: “No es simplemente una película sobre la ejecución de Hitler. El orgásmico diluvio de muerte del final sucede dentro de un cine y la propia película es el medio a través del que llega la muerte. El cine, se podría decir, está corrigiendo la historia". Django la vi con el amigo Jesús Manuel un viernes de esos que sabíamos el comienzo pero no el final. Nos hicimos un Django y luego una ruta murciana digna de Jamie Foxx. Escribe el autor en este libro tan amarillo: “Era como si estuviera excavando en la raíz temática de su propia obra: la raza, el crimen y la segregación social que sustentaban el Sueño Americano”. Tiene momentos sublimes, y como indica el autor, “y de acuerdo con las perversas leyes del universo de Tarantino, los planes se acaban torciendo porque solo en la catástrofe es cuando los personajes se rebelan a sí mismos”. Los odiosos ocho no la he visto, aunque está apuntada en una de esas agendas llenas de futuras e imprevistas visiones, y Érase una vez en Hollywood la dejé después de media hora. Acaba el autor asegurando que "Tarantino es un hombre de mediana edad y un superviviente. Es sinónimo de una época y un lugar, y el impacto sísmico que tuvo cuando era un joven que le cambió la cara al cine podría haber desaparecido fácilmente, la sensación del momento se podría haber perdido. Sin embargo, ya sea por esa monumental confianza en sí mismo o por la insistencia de ese talento natural, combiando con una hábil gestión de su propia fama .y su propia fortuna-, la próxima película de Quentin Tarantino sigue siendo un acontecimiento capaz de parar Hollywood, con la posibilidad que sea la última". Un buen libro que deja buenas frases y unas imágenes bestiales.
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