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domingo, 21 de enero de 2024
El otro lado. Primera temporada.
El otro lado es una historia de fantasmas. De muchos fantasmas. Pero sobre todo de fantasmas contemporáneos. El fantasma contemporáneo, el fracasado, que por no saber, no sabe ni quitarse de en medio; que aspiraba a estrella y se quedó en meteorito; que no tiene vida más de allá de mirar su ombligo y su triste existencia, recibiendo a escondidas dinero de su madre bajo el tupper de la pechuga empanada. También está el fantasma del personaje del éxito televisivo, en el que se confunden, con mucho acierto, Nacho Vigalondo e Iker Jiménez, y que se retrata a la perfección el traje oscuro de siniestros personajes que lo mismo hablan del tiempo, de política, del último poltergeist o de la complejidad de la llegada del gas ruso a Alemania; ejemplo hiperclásico de Principio de Peter que vemos, una y otra vez en los medios de comunicación tradicionales. Además, nos encontramos con la madre que sufre, y no solo por la atemporalidad de su escote, sino por lo raro que la rodea (que es todo, y mira que se acumula lo freak en torno a ella conforme avanzan los capítulos); se puede escribir mucho sobre lo bien que lo hace María Botto, con su indumentaria de vestido corto y deportivos con calcetines tobilleros, pero el zoológico que la rodea no tiene fin. No puede faltar el fantasma de verdad, el muerto que no para de aparecerse (o aparecérsenos) cada día en el momento más insospechado, para ayudar o para joder, y en el que Buenafuente saca al verdadero Buenafuente, al del principio, no al que al final era una bucle repetitivo de desazón contemporánea con traje negro, como si un Vigalondo o un Jiménez fuera. Se suman los fantasmas del revuelo, los que acompañan a los fantasmas anteriores y que no se sabe si dan pena, tristeza o, directamente, llevan a la melancolía. Y hay hechos del pasado que son fantasmas perennes, los que nos acompañan en la memoria o en una cinta VHS pero que siempre están ahí, justo. Lo mejor son los chascarrillos, que por repetitivos no dejan de hacerte de hacerte sonreír. Pero el mundo sigue, como El otro lado, lleno de buenas intenciones.
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