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sábado, 12 de marzo de 2022
Pam & Tommy. Primera temporada.
Las facturas siempre están ahí y tienes que pagarlas. Antes o después, siempre vuelven en forma de desgracia o de aventura, de chantaje o de nueva factura. Martes y 13 tenían una jodienda en una de sus secuencias de Nochevieja, diciendo que la compañía telefónica simpre estaba jodiendo. Jodiendo a base de bien. El monopolio de la motivación no es exclusivo de nadie, nos decían los colgados de Casi Famosos. Pam & Tommy empieza como una montaña rusa, con un primer episodio muy explicativo, muy de señalar al personaje de la mansión que tiene el dinero por castigo de ruido pero que es rata hasta las cejas, que es lo único que no lleva tatuado (y ya hacen tatuajes hasta en Aljucer, el Apocalipsis si que está al llegar). Nos presenta a este mariachi, porque Tommy es un mariachi de finales del siglo XX, un cafre que se encuentra con una venganza que es una mezcla de recluta frío de anteayer y que deja el estómago destrozado. Y luego siempre vienen las moralejas de las resacas y toda esa bazofia existencial. A la neumática chica la pintan como lo que es, neurona arriba, neurona abajo. Y después de dos capítulos de presentación, la marabunta, el deseo de ganar dinero a toda costa, la desesperación, el mundo del revés. Siempre nos equivocamos, pero algunas veces más que otras. Y del cero al infinito, de no tener para pagar el cable (la tortura contemporánea) al invento del internet, del fútbol americano al zapping de la chica del bañador rojo, del buda enfarlopado a las jodiendas con vistas al chalé. Embarazos y cintas de video. El trecetianismo decía que el 90% de internet era porno, un 9% spam y el resto, un poco de todo. Y como todo en internet, todo, al final, como en la vida, tiene un precio.
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